Cuentos para Disfrutar

Bambi

Autor: Félix Salten
Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del
largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento.
- ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el
conejito, mientras corría de un lado a otro.
Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el
nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y
delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.
Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió muchas cosas
mientras jugaban en el bosque.
Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi
descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de andar
sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste, pues apenas había
comida.
Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver al
que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Príncipe
del Bosque.
Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando de
descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera sin parar.
Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvió para buscar a
su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho.
- Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo el Gran
Príncipe del Bosque.
Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía agua
en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y ágil y pronto
se hicieron amigos.
Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio un
campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de perros.
Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más. Cuando llegó la primavera, Falina,
que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo,
llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque.
Si por el bosque has de pasear, no hagas a los animales ninguna maldad.
FIN
www.soncuentosinfantiles.com







Los tres cerditos

Autor: Charles Anónimo
Había una vez tres cerditos que eran hermanos y se fueron por el mundo a conseguir
fortuna. El más grande les dijo a sus hermanos que sería bueno que se pusieran a
construir sus propias casas para estar protegidos. A los otros dos les pareció una buena
idea, y se pusieron manos a la obra, cada uno construyó su casita. - La mía será de paja -
dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy
pronto y podré ir a jugar. El hermano mediano decidió que su casa sería de madera: -
Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores - explicó a sus hermanos, -
Construiré mi casa en un santiamén con todos estos troncos y me iré también a jugar. El
mayor decidió construir su casa con ladrillos. - Aunque me cueste mucho esfuerzo, será
muy fuerte y resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para
asar las bellotas y hacer caldo de zanahorias. Cuando las tres casitas estuvieron
terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con
el problema: -¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! - ¡Quién teme al Lobo
Feroz, al Lobo Feroz! Detrás de un árbol grande apareció el lobo, rugiendo de hambre y
gritando: - Cerditos, ¡me los voy a comer! Cada uno se escondió en su casa, pensando
que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano
pequeño y en la puerta aulló: - ¡Cerdito, ábreme la puerta! - No, no, no, no te voy a
abrir. - Pues si no me abres... ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y sopló con todas
sus fuerzas, sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo
más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano. - ¡Quién teme
al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! - ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! -
cantaban desde dentro los cerditos. De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al
sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:
- ¡Cerditos, abridme la puerta! - No, no, no, no te vamos a abrir. - Pues si no me abrís...
¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes cayeron y los
dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo de su hermano mayor. - ¡Quién
teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! - ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! -
cantaban desde dentro los cerditos. El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y
ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta dijo: -
¡Cerditos, abridme la puerta! - No, no, no, no te vamos a abrir. - Pues si no me abrís...
¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de
invierno. Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía
derribarla. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo...
Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado
y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago. Los cerditos no lo volvieron a ver.
El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro
sus propias vidas, y si algún día vais por el bosque y veis tres cerdos, sabréis que son los
Tres Cerditos porque les gusta cantar: - ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! -
¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz!
FIN
www.soncuentosinfantiles.com




Hansel y Gretel

Autor: Hermanos Grimm
Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel madrastra, muy cerca
de un espeso bosque. Vivían con muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para
poder comer los cuatro, deberían plantearse el problema y tratar de darle una buena
solución.
Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al leñador:
-No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más
espesa del bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así
nos desprenderemos de esa carga.
Al principio, el padre se opuso rotundamente a tener en cuenta la cruel idea de la
malvada mujer.
-¿Cómo vamos a abandonar a mis hijos a la suerte de Dios, quizás sean atacados por los
animales del bosque? -gritó enojado.
-De cualquier manera, así moriremos todos de hambre -dijo la madrastra y no descansó
hasta convencerlo al débil hombre, de llevar adelante el malévolo plan que se había
trazado.
Mientras tanto los niños, que en realidad no estaban dormidos, escucharon toda la
conversación. Gretel lloraba amargamente, pero Hansel la consolaba.
-No llores, querida hermanita-decía él-, yo tengo una idea para encontrar el camino de
regreso a casa.
A la mañana siguiente, cuando salieron para el bosque, la madrastra les dio a cada uno
de los niños un pedazo de pan.
-No deben comer este pan antes del almuerzo -les dijo-. Eso es todo lo que tendrán para
el día.
El dominado y débil padre y la madrastra los acompañaron a adentrarse en el bosque.
Cuando penetraron en la espesura, los niños se quedaron atrás, y Hansel, haciendo
migas de su pan, las fue dejando caer con disimulo para tener señales que les
permitieran luego regresar a casa.
Los padres los llevaron muy adentro del bosque y les dijeron:
-Quédense aquí hasta que vengamos a buscarlos.
Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres habían ordenado, pues creyeron que
cambiarían de opinión y volverían por ellos. Pero cuando se acercaba la noche y los
niños vieron que sus padres no aparecían, trataron de encontrar el camino de regreso.
Desgraciadamente, los pájaros se habían comido las migas que marcaban el camino.
Toda la noche anduvieron por el bosque con mucho temor observando las miradas,
observando el brillo de los ojos de las fieras, y a cada paso se perdían más en aquella
espesura.
Al amanecer, casi muertos de miedo y de hambre, los niños vieron un pájaro blanco que
volaba frente a ellos y que para animarlos a seguir adelante les aleteaba en señal
amistosa. Siguiendo el vuelo de aquel pájaro encontraron una casita construida toda de
panes, dulces, bombones y otras confituras muy sabrosas.
Los niños, con un apetito terrible, corrieron hasta la rara casita, pero antes de que
pudieran dar un mordisco a los riquísimos dulces, una bruja los detuvo.
La casa estaba hecha para atraer a los niños y cuando estos se encontraban en su poder,
la bruja los mataba y los cocinaba para comérselos.
Como Hansel estaba muy delgadito, la bruja lo encerró en una jaula y allí lo alimentaba
con ricos y sustanciosos manjares para engordarlo. Mientras tanto, Gretel tenía que
hacer los trabajos más pesados y sólo tenía cáscaras de cangrejos para comer.
Un día, la bruja decidió que Hansel estaba ya listo para ser comido y ordenó a Gretel
que preparara una enorme cacerola de agua para cocinarlo.
-Primero -dijo la bruja-, vamos a ver el horno que yo prendí para hacer pan. Entra tú
primero, Gretel, y fíjate si está bien caliente como para hornear.
En realidad la bruja pensaba cerrar la puerta del horno una vez que Gretel estuviera
dentro para cocinarla a ella también. Pero Gretel hizo como que no entendía lo que la
bruja decía.
-Yo no sé. ¿Cómo entro? -preguntó Gretel.
-Tonta-dijo la bruja,- mira cómo se hace -y la bruja metió la cabeza dentro del horno.
Rápidamente Gretel la empujó dentro del horno y cerró la puerta.
Gretel puso en libertad a Hansel. Antes de irse, los dos niños se llenaron los bolsillos de
perlas y piedras preciosas del tesoro de la bruja.
Los niños huyeron del bosque hasta llegar a orillas de un inmenso lago que parecía
imposible de atravesar. Por fin, un hermoso cisne blanco compadeciéndose de ellos, les
ofreció pasarlos a la otra orilla. Con gran alegría los niños encontraron a su padre allí.
Éste había sufrido mucho durante la ausencia de los niños y los había buscado por todas
partes, e incluso les contó acerca de la muerte de la cruel madrastra.
Dejando caer los tesoros a los pies de su padre, los niños se arrojaron en sus brazos. Así
juntos olvidaron todos los malos momentos que habían pasado y supieron que lo más
importante en la vida es estar junto a los seres a quienes se ama, y siguieron viviendo
felices y ricos para siempre.
FIN
www.soncuentosinfantiles.com





Rapunzel

Autor: Hermanos Grimm
Había una vez un matrimonio que vivía junto a la casa de la Maga Violenta. La mujer
estaba esperando un niño. Ella y su marido estaban muy contentos al pensar en el hijo
que iban a tener. La mujer solía asomarse a la ventana y mirar hacia el jardín de la maga
Violenta. Y un día, vio un hermoso plantel de rapónchigos y se le antojó comer una
ensalada. Le dijo a su marido: "En el jardín de nuestra vecina hay unos rapónchigos
hermosísimos. Si no puedo cenar una ensalada hecha con esas plantas me moriré."
"¡Pero no puedo entrar en el jardín de la Maga Violenta! ¡Se pondría furiosa contra
mí!". "¡Tú verás lo que haces! ¡Yo me moriré si no puedo comer una ensalada de
rapónchigos!".
El pobre marido se quedó preocupadísimo. Y como quería mucho a su mujer y estaba
muy ilusionado con la llegada del hijo que esperaban, se arriesgó a entrar en el jardín de
la Maga. Cuando ya casi había terminado de recoger rapónchigos, apareció la Maga
Violenta: "¡Robando mis hortalizas! ¡Esto te va a costar caro! ¿No sabes que puedo
castigarte de una manera terrible?". "Oh, señora Maga, tenga usted piedad!". Y el buen
hombre le contó que su mujer esperaba un hijo y que había tenido el antojo de cenar
rapónchigos en ensalada.
La Maga escuchó atentamente lo que el hombre le decía y luego contestó: "Bien, bien,
vecino. Conque vais a tener un hijo, ¿eh? Te voy a proponer un trato: yo dejaré que
cojas de mi huerta tantos rapónchigos como tu mujer quiera comer y tú me darás a tu
hijo en cuanto nazca." El pobre hombre estaba tan asustado que aceptó el trato. Su
mujer comió ensalada de rapónchigos todos los días.
Y sucedió que la mujer tuvo una preciosa niña. El mismo día de su nacimiento se
presentó la Maga Violenta. Tomó a la criatura, la envolvió en su mantón y se la llevó a
su casa. Y le puso por nombre Rapunzel, que quiere decir rapónchigo. La cuidó durante
muchos años y le dio una esmerada educación. Cuando Rapunzel cumplió doce años se
había convertido en una bellísima jovencita. Para que nadie pudiera alejarla de su lado,
la Maga Violenta se la llevó a un bosque espesísimo. Construyó allí una torre muy alta
que no tenía puerta ni escalera; solamente tenía tenía una ventanita en la parte más alta.
Y allí encerró a la muchacha.
Cada día la maga Violenta venía a visitar a Rapunzel. Llegaba hasta el pie de la torre y
gritaba: "¡Rapunzel! ¡Rapunzel! ¡Échame tus trenzas!". Rapunzel tenía un pelo
espléndido y larguísimo. Echaba sus trenzas por la ventana y la Maga Violenta trepaba
por ellas hasta entrar dentro de la torre.
Un día, el hijo del Rey, que iba de cacería y se había extraviado, vio la extraña torre. Se
quedó mirandola un rato y tuvo ocasión de ver cómo la Maga subía hasta lo alto por las
trenzas de oro de Rapunzel. Le llenó de curiosidad lo que había visto y todavía creció su
interés cuando oyó una dulce canción que sonaba allá en lo alto de la torre. El Príncipe
consiguió reunirse con sus compañeros, pero ya no pudo olvidar la extraña torre y la
hermosa voz que cantaba dentro de ella. Volvió otro día al pie de la torre y buscó una
entrada pero no la halló y entonces se decidió a gritar la llamada que había oído a la
Maga. Dijo: "¡Rapunzel! ¡Rapunzel! ¡Échame tus trenzas!". Al momento las trenzas
colgaron desde la ventana hasta el alcance de sus manos. El Príncipe trepó por ellas. Al
principio, Rapunzel se quedó muy asustada cuando vio al Príncipe ante ella; pero el hijo
del Rey supo hablarle con palabras tan amables que consiguió tranquilizarla.
El Príncipe y Rapunzel se hicieron muy amigos. El venía a verla todos los días, cuando
sabía que la Maga Violenta no estaba con ella. Entre los dos planearon una estratagema
para que Rapunzel pudiera escapar de su encierro y marchar a palacio para casarse con
el Príncipe. "Tráeme cada día que vengas a verme una madeja de hebras de seda -pidió
Rapunzel-. Yo tejeré con ellas una escala y así un día podré descender de la torre y
montar en tu caballo para irme contigo." Y Rapunzel comenzó a tejer la escala. La
Maga Violenta no sabía nada de este trabajo porque no podía sospechar ni remotamente
lo que estaba ocurriendo.
Pero un día, cuando la Maga acababa de subir a la torre, Rapunzel comentó: "El
Príncipe sube muchísimo más deprisa que vos." "¡Ah, pícara! ¿Qué es esto que oigo?
¡Así que has estado engañándome todo este tiempo! ¿eh? Yo creía que te tenía bien
guardada y tú estabas recibiendo al Príncipe. Bien todavía es tiempo de cortar por lo
sano." Tomó unas tijeras y cortó las hermosas trenzas de Rapunzel. Luego la agarró de
la mano y, por arte de encantamiento, la hizo volar con ella por los aires y la dejó
abandonada en lo más espeso del bosque. La Maga Violenta volvió a la torre y aguardó.
No pasó mucho tiempo antes de que se oyera la voz del Príncipe que decía: "¡Rapunzel!
¡Rapunzel! ¡Échame tus trenzas!". La Maga echó las trenzas por la ventanita y el joven
trepó por ellas. Cuando llegó arriba, en vez de la hermosa cara de Rapunzel, vio la fea
cara de la Maga. "Has venido a ver a tu novia, ¿verdad? ¡Pues no la encontrarás nunca!
¡Fuera de aquí!". La Maga empujó al Príncipe, que cayó desde lo alto de la torre sobre
unos matorrales de acacias espinosas. No se mató, pero las espinas le arañaron los ojos
y se quedó ciego. Comenzó a vagar por el bosque a tientas, sintiéndose el más
desgraciado de los mortales.
Y un día, en que ya estaba a punto de morir de hambre y de tristeza, oyó una dulce voz
que cantaba. La reconoció en seguida y fue siguiendo la dirección que le indicaba el
sonido de la triste canción. Cuando estuvo bastante cerca gritó: "¡Rapunzel! ¡Rapunzel!
¡Ven en mi ayuda!". Y la muchacha salió a su encuentro. Al verle en aquella mísera
condición, Rapunzel lloró apenada. Sus lágrimas cayeron sobre los ojos del Príncipe
que, al instante, quedaron sanos. Rapunzel y el Príncipe se casaron y fueron muy felices.
De la Maga Violenta no se volvió a saber nada, aunque algunos aseguran que sigue
criando hermosísimos rapónchigos en su huerta.
FIN
www.soncuentosinfantiles.com






CHARLES PERRAULT

CAPERUCITA ROJA
Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera
visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía.
Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto
que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
—Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma;
llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al
pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas
de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca.
Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso
detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
—Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi
madre le envía.
—¿Vive muy lejos?, le dijo el lobo.
—¡Oh, sí!, dijo Caperucita Roja, más allá del molino que se ve allá lejos, en la
primera casita del pueblo.
—Pues bien, dijo el lobo, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y
tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la
niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras
las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el
lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.
—¿Quién es?
—Es su nieta, Caperucita Roja, dijo el lobo, disfrazando la voz, le traigo una
torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:
—Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Este documento ha sido descargado de
http://www.escolar.com
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la
devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida
cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita
Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
—¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo
que su abuela estaba resfriada, contestó:
—Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla
que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
—Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le
dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
—Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver
la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
—Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
—Es para abrazarte mejor, hija mía.
—Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
—Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
—Es para oír mejor, hija mía.
—Abuela, ¡que ojos tan grandes tiene!
—Es para ver mejor, hija mía.
—Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
—¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se
la comió.
Este documento ha sido descargado de
http://www.escolar.com
MORALEJA
Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.



Cenicienta

Autor: Charles Perrault
Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo una joven muy bella, tan bella que no hay
palabras para describirla. Se llamaba Cenicienta
Cenicienta era pobre, no tenía padres y vivía con su madrastra, una mujer viuda muy
cascarrabias que siempre estaba enfadada y dando ordenes gritos a todo el mundo.
Con la madrastra tambien vivían su dos hijas, que eran muy feas e
insoportables.Cenicienta era la que hacía los trabajos más duros de la casa, como por
ejemplo
limpiar la chimenea cada dia, por lo que sus vestidos siempre estaban sucios o
manchados de ceniza, por eso las personas del lugar la llamaban cenicienta. Cenicienta
apenas tenia amigos, solo a dos ratoncitos muy simpáticos que vivían en un agujero de
la casa.
Un buen día, sucedió algo inesperado; el Rey de aquel lugar hizo saber a todos los
habitantes de la región que invitaba a todas las chicas jovenes a un gran baile que se
celebraba en el palacio real.
El motivo del baile era encontrar una esposa para el hijo del rey; el principe! para
casarse con ella y convertirla en princesa.
La notícia llego a los oidos de cenicienta y se puso muy contenta. Por unos instantes
soño con que sería ella, la futura mujer del principe. La princesa!
Pero, por desgracia, las cosas no serían tan faciles para nuestra amiga cenicienta
La madrastra de cenicienta le dijo en un tono malvado y cruel: - Tú Cenicienta, no irás
al baile del principe, porque te quedarás aqui en casa fregando el suelo, limpiando el
carbon y ceniza de la chimenea y preparando la cena para cuando nosotras volvamos.
Cenicienta esa noche lloró en su habitación, estaba muy triste porque ella quería ir al
baile y conocer al príncipe.
Al cabo de unos dias llegó la esperada fecha: el día del baile en palacio
Cenicienta veia como sus hermanastras se arreglaban y se intentaban poner guapas y
bonitas, pero era imposible, porque eran muy feas de tan malas que eranpero sus
vestidoseran muy bonitos!
Al llegar la noche, su madrasta y hermanastras partieron hacia el palacio real, y
cenicienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza.
Entre llanto y llanto, dijo en voz alta: - ¿Por qué seré tan desgraciada? Por favor, si hay
algun ser mágico que pueda ayudarme.. decía cenicienta con desesperación.
De pronto, sucedió algo increible; se le apareció un hada Madrina muy buena y muy
poderosa.
Y con voz suave, tierna y muy agradable le dijo a cenicienta; - No llores más, te
ayudaré.
De verdad ? dijo cenicienta un poco incrédulapero como vas a ayudarme ? no tengo
ningun vestido bonito para ir al baile y mis zapatos estan todos rotos!
La hada madrina saco su varita mágica y con ella toco suavemente a cenicienta, y al
momentooh!, que milagro! un maravilloso vestido apareció en el cuerpo de cenicienta,
así como tambien unos preciosos zapatos.
Ahora ya puedes ir al baile de palacio cenicienta, peroten en cuenta una cosa muy
importante: tu vestido a las 12 de la noche volverá a ser los arapos que llevas ahora.
Hay algo más que debes saber, delante de la casa te espera un carruaje que te llevará al
gran baile en palacio, pero a las 12 de la noche, se transformará en una calabaza!. Bien,
dijo cenicienta, ya soy feliz, solo por poder ir al baile.
Cuando cenicienta llego al palacio, causo mucha impresion a todos los asistentes, nadie
nunca habia visto tanta belleza, cenicienta estaba preciosa!
El principe, no tardo en darse cuenta de la presencia de esa joven tan bonita. Se dirigió
hacia ella y le preguntó si queria bailar.
Cenicienta, dijo si!, claro que sí! Y estuvieron bailando durante horas y horas
Las hermanastras de cenicienta no la reconocieron, debido a que ella siempre iba sucia y
llena de ceniza, incluso se preguntaban quien sería aquella chica tan preciosa.
Pero de repenteoh!, dijo cenicienta, son casi las 12 de la noche, mi vestido esta a punto
de convertirse en una ropa sucia, y el carruaje se transformará en una calabaza!
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! le dijo al príncipe que estaba en sus brazos bailando.
Salió a toda prisa del salon de baile bajó la escalinata hacia la salida de palacio
perdiendo en su huída un zapato, que el príncipe encontró y recogió.
A partir de ese momento, el principe ya sabia quien iba a ser la futura princesa la joven
que habia perdido el zapato!, pero..caramba!, exclamo el principe, pero si no se ni como
se llama, y mucho menos donde vive!
Para encontrar a la bella joven, el principe ideó un plan. Se casaría con aquella que
pudiera calzarse el zapato.
Envió a sus sirvientes a recorrer todo el reino. Todas las jovenes, chicas y mujeres se
probaban el zapato, pero no había ni una a que pudiera calzarse el zapato.
Al cabo de unas semanas, los sirvientes de palacio llegaron a casa de Cenicienta.
La madrastra llamó a sus feas hijas para que probasen el zapato, pero evidentemente no
pudieron calzar el zapato.
Uno de los sirvientes del principe vio a cenicienta en un rincon de la casa, y exclamo: -
eh!, tu tambien tienes que provarte el zapato!
La madrastra y sus hijas dijeron: -por favor!, como quiere usted que cenicienta sea la
chica que busca el principe?, ella es pobre, siempre esta sucia y no fue a la fiesta de
palacio!
Pero cuando cenicienta se puso el zapato y le encajo a la perfecciontodos los presentes
se quedaron de piedra!, -oooh!, es ella! la futura princesa!
Inmediatamente la llevaron a palacio y a los pocos dias se casó con el príncipe, por lo
que fue una princesa!
Nunca más volvío con su madrastra, vivío feliz en palacio hasta el último de sus días.
FIN
www.soncuentosinfantiles

Simbat el marino
Autor: De Las mil y una noches
Hace muchos, muchísimos años, en la ciudad de Bagdag vivía un joven llamado
Simbad. Era muy pobre y, para ganarse la vida, se veía obligado a transportar pesados
fardos, por lo que se le conocía como Simbad el Cargador. - ¡Pobre de mí! -se
lamentaba- ¡qué triste suerte la mía! Quiso el destino que sus quejas fueran oídas por el
dueño de una hermosa casa, el cual ordenó a un criado que hiciera entrar al joven.A
través de maravillosos patios llenos de flores, Simbad el Cargador fue conducido hasta
una sala de grandes dimensiones. En la sala estaba dispuesta una mesa llena de las más
exóticas viandas y los más deliciosos vinos. En torno a ella había sentadas varias
personas, entre las que destacaba un anciano, que habló de la siguiente manera: -Me
llamo Simbad el Marino. No creas que mi vida ha sido fácil. Para que lo comprendas, te
voy a contar mis aventuras... " Aunque mi padre me dejó al morir una fortuna
considerable; fue tanto lo que derroché que, al fin, me vi pobre y miserable. Entonces
vendí lo poco que me quedaba y me embarqué con unos mercaderes.
Navegamos durante semanas, hasta llegar a una isla. Al bajar a tierra el suelo tembló de
repente y salimos todos proyectados: en realidad, la isla era una enorme ballena. Como
no pude subir hasta el barco, me dejé arrastrar por las corrientes agarrado a una tabla
hasta llegar a una playa plagada de palmeras. Una vez en tierra firme, tomé el primer
barco que zarpó de vuelta a Bagdag..." Llegado a este punto, Simbad el Marino
interrumpió su relato. Le dio al muchacho 100 monedas de oro y le rogó que volviera al
día siguiente. Así lo hizo Simbad y el anciano prosiguió con sus andanzas... " Volví a
zarpar. Un día que habíamos desembarcado me quedé dormido y, cuando desperté, el
barco se había marchado sin mí. L legué hasta un profundo valle sembrado de
diamantes.
Llené un saco con todos los que pude coger, me até un trozo de carne a la espalda y
aguardé hasta que un águila me eligió como alimento para llevar a su nido, sacándome
así de aquel lugar." Terminado el relato, Simbad el Marino volvió a darle al joven 100
monedas de oro, con el ruego de que volviera al día siguiente... "Hubiera podido
quedarme en Bagdag disfrutando de la fortuna conseguida, pero me aburría y volví a
embarcarme. Todo fue bien hasta que nos sorprendió una gran tormenta y el barco
naufragó. Fuimos arrojados a una isla habitada por unos enanos terribles, que nos
cogieron prisioneros. Los enanos nos condujeron hasta un gigante que tenía un solo ojo
y que comía carne humana. Al llegar la noche, aprovechando la oscuridad, le clavamos
una estaca ardiente en su único ojo y escapamos de aquel espantoso lugar. De vuelta a
Bagdag, el aburrimiento volvió a hacer presa en mí. Pero esto te lo contaré mañana..." Y
con estas palabras Simbad el Marino entregó al joven 100 piezas de oro.
"Inicié un nuevo viaje, pero por obra del destino mi barco volvió a naufragar. Esta vez
fuimos a dar a una isla llena de antropófagos. Me ofrecieron a la hija del rey, con quien
me casé, pero al poco tiempo ésta murió. Había una costumbre en el reino: que el
marido debía ser enterrado con la esposa. Por suerte, en el último momento, logré
escaparme y regresé a Bagdag cargado de joyas..." Y así, día tras día, Simbad el Marino
fue narrando las fantásticas aventuras de sus viajes, tras lo cual ofrecía siempre 100
monedas de oro a Simbad el Cargador. De este modo el muchacho supo de cómo el afán
de aventuras de Simbad el Marino le había llevado muchas veces a enriquecerse, para
luego perder de nuevo su fortuna. El anciano Simbad le contó que, en el último de sus
viajes, había sido vendido como esclavo a un traficante de marfil. Su misión consistía
en cazar elefantes. Un día, huyendo de un elefante furioso, Simbad se subió a un árbol.
El elefante agarró el tronco con su poderosa trompa y sacudió el árbol de tal modo que
Simbad fue a caer sobre el lomo del animal. Éste le condujo entonces hasta un
cementerio de elefantes; allí había marfil suficiente como para no tener que matar más
elefantes. S imbad así lo comprendió y, presentándose ante su amo, le explicó dónde
podría encontrar gran número de colmillos. En agradecimiento, el mercader le concedió
la libertad y le hizo muchos y valiosos regalos. "Regresé a Bagdag y ya no he vuelto a
embarcarme -continuó hablando el anciano-. Como verás, han sido muchos los avatares
de mi vida. Y si ahora gozo de todos los placeres, también antes he conocido todos los
padecimientos." Cuando terminó de hablar, el anciano le pidió a Simbad el Cargador
que aceptara quedarse a vivir con él. El joven Simbad aceptó encantado, y ya nunca
más, tuvo que soportar el peso de ningún fardo.
FIN
www.soncuentosinfantiles.com


Blancanieves

Autor: Hermanos Grimm
Erase una vez una reina que, cosiendo junto a su ventana, se pinchó en el dedo y vio
como la sangre cayó en la nieve. Fue entonces cuando deseó tener una hija con la piel
tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano.
Y su deseó se cumplió, naciendo la princesa Blancanieves. Pero, la reina murió después
de dar a luz y el rey se casó con una hechicera poderosa que tenía un espejo mágico.
La reina hechicera solía preguntarle a su espejo una pregunta cada día:
Espejito, espejito, ¿quién es en la Tierra la más bella de todas?
Y él contestaba:
Tú, mi reina, eres la más bella de todas.
Pero, cuando Blancanieves cumplió diecisiete años era tan bonita como el día y la reina
le preguntó a su espejo, éste respondió:
Reina, estás llena de belleza, es cierto, pero Blancanieves es más bella que tú y nunca
podrás cambiar eso.
La reina, celosa, ordenó a un cazador asesinar a Blancanieves en el bosque y, para
asegurarse, le exigió que le trajera el corazón de la niña. El cazador se arrepintió, la dejó
escapar y le llevó a la reina el corazón de un ciervo joven (que luego fue cocinado por el
cocinero real y comido por la reina).
En el bosque, Blancanieves descubrió una pequeña casa que pertenecía a siete enanos y
decidió entrar para descansar. Allí, éstos se apiadan de ella:
Si mantienes la casa para nosotros, cocinas, haces las camas, lavas, coses, tejes y
mantienes todo limpio y ordenado, entonces puede quedarse con nosotros y tendrá todo
lo que quiera.
Le advirtieron, eso sí, que no dejara entrar a nadie mientras ellos estuvieran en las
montañas. Mientras tanto, la reina le preguntó a su espejo una vez más quién era la más
bella de todas y, horrorizada, se enteró de que Blancanieves no sólo estaba viviendo con
los enanos, sino que seguía siendo la más bonita de todas.
La reina usa tres disfraces para tratar de matar a Blancanieves mientras los enanos están
en las montañas. En primer lugar, disfrazada de vendedora ambulante, la reina ofrece a
Blancanieves coloridas cintas para el cuello, Blancanieves se prueba una pero la reina la
aprieta tan fuertemente que Blancanieves cae desmayada, haciendole pensar a la reina
que está muerta. Blancanieves es revivida cuando los enanos le retiran la cinta de su
cuello. A continuación, la reina se disfraza de persona mayor que vende peines y le
ofrece un peine envenenado a Blancanieves. Aunque Blancanieves se resiste a que la
mujer le ponga el peine, ésta logra ponérselo a la fuerza y Blancanieves cae desmayada.
Cuando llegan los enanos de las montañas le quitan el peine y se dan cuenta de que no
alcanzó a clavárselo en la cabeza sino que solo la rasguñó. Por último, la reina prepara
una manzana envenenada, se disfraza como la esposa de un granjero y le ofrece la
manzana a Blancanieves. Cuando ella se resiste a aceptar, la reina corta la manzana por
la mitad, y se come la parte blanca y le da la parte roja y envenenada a Blancanieves.
Ella come la manzana con entusiasmo e inmediatamente cae en un profundo sopor.
Cuando los enanos la encuentran, no la pueden revivir. Aun manteniendo su belleza los
enanos fabrican un ataúd de cristal para poder verla todo el tiempo.
El tiempo pasa y un príncipe que viaja a través de la tierra ve a Blancanieves en el
ataúd. El príncipe está encantado por su belleza y de inmediato se enamora de ella. Este
le ruega a los enanos que le den el cuerpo de Blancanieves y pide a sus sirvientes que
trasladen el ataúd a su castillo. Al hacerlo se tropiezan en algunos arbustos y el
movimiento hace que el trozo de manzana envenenada atorada en la garganta de
Blancanieves se caiga haciéndola despertar. El príncipe luego le declara su amor y
pronto se planea una boda.
La vanidosa reina, creyendo aún que Blancanieves está muerta, pregunta una vez más a
su espejo quién es la más bella de la tierra y,una vez más, el espejo la decepciona con su
respuesta: "Tú, mi reina, eres bella, es cierto; pero la joven reina es mil veces más bella
que tú."
Sin saber que esta nueva reina era, de hecho, su hijastra, la reina es invitada al
matrimonio de un príncipe de un país vecino, cuando se da cuenta que la nueva reina es
la princesa Blancanieves, la reina-hechicera se asusta y se desespera tratando de pasar
desapercibida.
Sin embargo el príncipe y Blancanieves la ven. Blancanieves la reconoce y le cuenta al
príncipe todo lo que la aquella le hizo. Como castigo por sus malos actos, el príncipe,
ahora rey, manda a confeccionar un par de zapatos de hierro que son calentados al fuego
hasta quedar rojos. Luego obliga a la reina a ponérselos y bailar hasta que cae muerta.
FIN
www.soncuentosinfantiles.com



La ratita presumida

Autor: Charles Perrault
Había una vez una ratita muy presumida. Después de mucho pensarlo, decidió que se
compraría un lazo rojo para ponerlo en su rabito. Al día siguiente, salió rumbo al
mercado con su moneda en el bolsillo. Cuando llegó, pidió al tendero que le vendiera un
trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casa.
Al llegar a su casita, se paró frente al espejo y se colocó el lacito en el rabo. Estaba tan
bonita, que no podía dejar de mirarse. Salió al portal para lucir su nuevo lazo y entonces
se acercó un gallo y le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué guapa que estás hoy!
- Gracias, señor Gallo.
- ¿Te casarías conmigo?
- No lo sé. ¿Cómo harás por las noches?
- ¡Quiquiriquí!- respondió el gallo.
- Contigo no me puedo casar. Ese ruido me despertaría.
Se marchó el gallo malhumorado. En eso llegó el perro:
- Pero, nunca me había dado cuenta de lo bonita que eres, Ratita. ¿Te quieres casar
conmigo?
- Primero dime, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Guauuu, guauuu!
- Contigo no me puedo casar, porque ese ruido me despertaría.
Un Ratoncito que vivía junto a la casa de la Ratita, y siempre había estado enamorado
de ella, se animó y le dijo:
- ¡Buenos días, vecina! Siempre estás hermosa, pero hoy, mucho más.
- Muy amable, pero no puedo hablar contigo, estoy muy ocupada.
El Ratoncito se marchó cabizbajo. Al rato, pasó el señor Gato, que le dijo:
- Buenos días, Ratita. ¡Qué linda que estás. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo haces por las noches?
- ¡Miauu, miau!- contestó dulcemente el gato.
- Contigo me casaré, pues con ese maullido me acariciarás.
El día antes de la boda, el Gato invitó a la Ratita para una comida. Mientras el gato
preparaba el fuego, la Ratita quiso ayudar y abrió la canasta para sacar la comita. Con
sorpresa vio que estaba vacía.
- ¿Dónde está la comida?- preguntó la Ratita.
- ¡La comida eres tú!- dijo el Gato enseñando sus colmillos.
Cuando el gato estaba a punto de comerse a Ratita, apareció Ratoncito, que los había
seguido, pues no se fiaba del gato. Tomó un palo encendido de la fogata y lo puso en la
cola del gato, que salió huyendo despavorido. La Ratita estaba muy agradecida y el
Ratoncito, muy nervioso le dijo:
- Ratita, eres la más bonita. ¿Te quieres casar conmigo?
- Tal vez, pero, ¿cómo harás por las noches?
- ¿Por las noches? Dormir y callar. ¿Qué más?
- Entonces, contigo me quiero casar.
Así se casaron y fueron muy felices.
FIN
www.soncuentosinfa








Imágenes sacadas de google imágenes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario